No es política. Todo lo que ha pasado estos días en torno a la cesión frustrada del delantero ucraniano Zozulya del Real Betis al Rayo Vallecano, es cuestión de valores, tal y como han reflejado los comunicados de ambas partes, y de reputación.
Admiro a la gente que expresa sin miedo sus ideas. Expresarse y mostrarse, implica aceptar que, con esa información, habrá gente que se sienta más conectada a nosotros, pero también que habrá gente que nos muestre rechazo. Me gustaría que hubiera más respeto a la diversidad, pero aún tenemos mucho trabajo por delante.
La vida personal y profesional no pueden separarse, por mucho que haya gente que se empeñe. Siempre hay algo de nosotros en lo que hacemos, así que siempre hay algo personal en lo profesional. Es más, detrás de una relación profesional, hay una conexión personal.
Volviendo al caso que nos ocupa, estaría bien que los clubes deportivos tuvieran más clara su identidad, sus valores, los de sus aficionados, saber qué es lo que defienden y lo que ofrecen, porque eso les hará anticiparse a posibles situaciones como la que estos días ha vivido el Rayo Vallecano, que solo ha servido para multiplicar la crisis de reputación de un futbolista.
Además, a los clubes les falta investigar más a sus posibles incorporaciones, y saber si, además de un rendimiento y un precio asumible, comparten con ellos unos objetivos y unos valores. De no hacerlo, es difícil que se muestren comprometidos con el proyecto, que conecten con la afición, que sientan los colores y que pongan su talento al servicio del grupo.
No creo que sea una decisión que se tome en base a la presión de un grupo de aficionados, no debería. Se trata de valorar si esa persona tiene una reputación acorde a los valores que el club quiere transmitir. Si no es así, no les interesa. Aún no tengo claro el motivo que expone el Rayo para que el jugador no esté entrenando con su equipo, ¿presión o valores?
Por otro lado, el deportista deberá analizar su reputación, sus acciones y su posicionamiento, y descubrir si hay hábitos o comportamientos -más allá de vestir una camiseta que creó confusión- que quiere cambiar para acercarse más a lo que él mismo dice que piensa. O si, por el contrario, debe aceptar que sus actos le llevan a tener una reputación que no es bien recibida por algunas personas.
¿Y cómo se sale de esta situación? Propongo cuatro claves: Empatía, entender el otro para no caer en extremos y respetar la diversidad; información, para facilitarle al otro que empatice con nuestra situación y decisiones; coherencia, que los palabras y hechos vayan en la misma línea, la de honrar nuestros valores; y aceptación, para asumir que no todas nuestras decisiones son acertadas, ni siempre se puede agradar a todo el mundo.
Otros casos
En los últimos años, estamos acostumbrados a ver fichajes que se rompen por motivos que nada tienen que ver con el rendimiento profesional y sí con el comportamiento personal. Muchos medios han recopilado algunas, como MARCA, aunque titulaba esas circunstancias como el ‘pasado’ del protagonista. Defender unas ideas no es pasado, es presente. Se puede evolucionar, pero se tiene que ser coherente con las palabras y los actos. Es difícil, por no decir imposible, modificar la percepción y la reputación con un comunicado.
Hace unas décadas esto no importaba, Maradona seguía siendo Dios pese a su comportamiento, pero las cosas están cambiando. El consumo de drogas, el exceso de alcohol o la toma de sustancias dopantes ya son una línea roja para clubes, federaciones, patrocinadores y aficionados.
También se antepone el respeto. Los clubes suelen no contratar o romper el contrato de aquellos deportistas que, aun en su juventud, tiraron piedras – en twitter se ve de todo- sobre el club que más tarde les quería contratar por su rendimiento deportivo.
Sin embargo, aún hay situaciones en las que el rendimiento deportivo aún está por encima, por ejemplo, la ‘ingeniería’ financiera o la vida ‘poli’ sentimental, que en sectores como la política se castiga mucho más.
En el deporte, la política no es uno de los temas habituales, principalmente porque junto al sexo, los toros o la religión han sido y aún son, temas tabú, en los que se recomienda no entrar. Son bandos enfrentados, si no estás conmigo, estás contra mí, y renunciar a la mitad del público por posicionarte en uno de esos bandos es un alto precio a pagar.
Que se lo digan a Zozulya.
Fuente Foto: EL PAÍS